¿Regulaciones especiales para el litio?

Las buenas perspectivas de la utilización del litio en la fabricación de las baterías que alimentarán la creciente industria de la electromovilidad, impulsadas por la baja en el costo de estas y la disposición cada vez más clara de la humanidad a minimizar el uso de los combustibles fósiles, han vuelto a atraer la atención del país respecto de la forma de explotarlo.

Desde la Corfo se tiene la visión de que el país debe establecer contratos de concesión para su explotación, que contengan cláusulas para vender una parte de él a precios menores a los de mercado a quienes estén en condiciones de agregarle valor mediante inversiones en nuestro país. A su vez, dichos contratos deben negociarse de manera de cobrar regalías a su explotación conforme a la condición particular de cada yacimiento. Por otra parte, esos contratos solo podrán negociarse con quienes ya lo están explotando, porque dicho mineral se declaró legalmente «no concesionable» para el resto de los yacimientos, salvo que estos sean estatales. Es así que si Codelco decide explotar el litio de su yacimiento de Maricunga, debe hacerlo a través de una subsidiaria que le pertenezca completamente, y, adicionalmente, comprometerse a no enajenarla ni parcial ni totalmente.

Todas esas restricciones regulatorias, basadas en el elusivo y controversial concepto de mineral «estratégico», solo complejizan el adecuado aprovechamiento de las inmensas reservas de dicho mineral que el país alberga, contribuyen a generar la idea en la población de que la riqueza «existe» y no se «crea» -opuesta al fundamento en el que se basa una sociedad del conocimiento- y alientan la ilusión de que el país podrá desarrollar las avanzadas tecnologías necesarias para minimizar el volumen y maximizar la eficiencia de las grandes baterías que se utilizarían de manera generalizada en el futuro, transformándose en proveedor de ellas por el hecho de poseer una abundancia de la materia prima requerida. La complejidad de la investigación científica y tecnológica de base que un esfuerzo de esa naturaleza precisa, la necesidad de contar con una industria de financiamiento que puede confiar en la existencia de esas capacidades, la construcción de mercados por parte de corporaciones que estén en condiciones de copar las demandas que eventualmente se den, son todas condiciones que no se consiguen ni se coordinan de manera voluntarista, como pareciera entenderse de la estrategia hasta ahora propuesta.

Codelco ha debido cerrar uno de sus dos «convertidores Teniente» que agregan valor al concentrado de cobre que produce Chuqui, por lo desventajoso que ello resulta en términos económicos, y, sin embargo, sobre el litio se hacen suposiciones de que en su caso sí se podrá desarrollar la tecnología, implementarla y utilizarla de maneras costoeficientes respecto del resto del mundo.

Lo que el país requiere es que se establezcan reglas claras y parejas para que empresas privadas o estatales -sin privilegios para ninguna de ellas- exploten los yacimientos existentes, con las mejores tecnologías a las que puedan acceder, con regalías calculadas sobre utilidades operacionales, como ya se hace, cuya cuantía implícitamente se acomoda a la calidad de cada proyecto. Siempre es bueno recordar que las actuales ventas de litio aún no alcanzan los 1.000 millones de dólares anuales, que los escenarios más optimistas podrían quintuplicar esa cantidad en 15 años, y que aun así eso correspondería a menos de un sexto de lo que sería el cobre a los actuales precios. No parece aconsejable especificar condiciones especiales para el litio, ni menos albergar esperanzas desmesuradas en sus retornos, si no se desea frustrar las expectativas del país.

No parece aconsejable especificar condiciones especiales para el litio, ni menos albergar esperanzas desmesuradas en sus retornos, si no se desea frustrar las expectativas del país.

( El Mercurio)

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