La cesantía está golpeando fuerte en la región y con mayor reciedumbre en la provincia El Loa donde hace meses se sobrepasó los dos dígitos, señal inequívoca de que el problema es grave. Realidad que no es rehuida por las autoridades, pero que hasta el momento no han encontrado fórmulas concretas para enfrentarla.

Es más hay quienes resignados piensan que será difícil levantar la situación si la industria minera del cobre sigue estancada. Con ello se reconoce que somos una región monodependiente. Si el cobre está bien la economía regional funciona y si no se sufre.

En lo inmediato no es mucho lo que se puede hacer. Sólo esperar un repunte en el precio del metal rojo y en la reactivación de proyectos que están a la espera de esa recuperación.

Los más optimistas creen que esto no ocurrirá antes de tres años, obligando a tomar medidas de subsistencia en ese lapso.

Desde el gobierno regional plantean como paliativos la ejecución de proyectos con fondos estatales. Y pese a que no son pocos su influencia no logrará una disminución sustancial en las cifras globales, con suerte el desempleo podría bajar entre 1,5 y 2%.

A ello se pretende sumar la planificación privada de proyectos de energías renovables, los que ayudarían pero no en los volúmenes que se necesitan.

Es que la minería en la zona es un gigante y todo lo que se haga en sus momentos de depresión suele ser insuficiente. Y esta realidad permanecerá por muchas décadas más y lo único que nos resta por hacer es ir viendo cómo amortiguamos sus caídas.

Estar atentos a los ciclos del mineral y cómo acompañar los momentos difíciles. Especialmente para atender a la mano de obra que vive de los servicios en este rubro.

Planificar es posible. Pero más allá de eso es muy necesario que la matriz económica regional se vaya abriendo a otras áreas.

El turismo y los servicios asociados al transporte de carga por los corredores bioceánicos tienen buenas expectativas. Pero es necesario que se empiecen a trabajar ahora con una mirada futurista.( El Mercurio de Calama)