Australia vota buscando a quien pueda hacer frente al fin del auge minero

votaEl Primer Ministro australiano, Malcolm Turnbull, lleva décadas defendiendo causas progresistas. Republicano, a fines de los 90 lideró una campaña para el referéndum sobre la subordinación del país a la corona británica. Ahora se la juega para aprobar el matrimonio homosexual en un plebiscito y establecer un mecanismo de mercado para combatir el cambio climático.

«Me mantengo como un republicano firme y comprometido, y siempre lo seré. (Pero) no es el tema central y frontal de hoy», dijo esta semana. Porque de cara a las elecciones generales de hoy, Turnbull quiere sacar provecho a otros de sus atributos para ser reelegido: su exitoso pasado como ex empresario y banquero de Goldman Sachs.

Las promesas económicas han estado en el centro de las campañas para estos comicios, en momentos en que se ha desvanecido el auge de las inversiones en minería, ligadas a la demanda de China, el mayor socio comercial de Australia, que recibe el 33,7% de sus exportaciones. Y la gran pregunta de las elecciones es quién va a crear empleos y crecimiento en medio de una transición económica por el fin del boom minero.

La caída de las exportaciones de las materias primas, como el colapso de la industria automotriz, en los últimos años han ralentizado un crecimiento ininterrumpido que durante 25 años había sido impulsado precisamente por el sector minero, que permitió a Australia mantenerse a salvo de la crisis financiera global. En 2014, los productos minerales correspondían al 54% de las exportaciones del país.

Según las estimaciones oficiales, el PIB australiano crecerá un 2,5% en el ejercicio fiscal 2016-2017, pero este no es uniforme en todo el país, con zonas como Sydney, donde se espera una expansión del 5% frente al 2% previsto en otras regiones. El déficit fiscal subyacente será de unos US$ 27.651 millones, lo que equivale a un 2,2% del PIB.

La coalición de gobierno que lidera el Partido Liberal (centroderecha) de Turnbull asegura que su plan económico ya ha dado frutos, porque la confianza empresarial está en su nivel máximo y solo el año pasado se crearon 300.000 nuevos empleos, la cifra más alta desde 2007. Aunque se queja de que hasta ahora sus planes han sido frustrados por las divisiones en la alianza gobernante -donde los sectores más conservadores son reacios a sus ideas más progresistas- y por el bloqueo de los proyectos de presupuesto en el Senado.

Fueron esos obstáculos los que llevaron al Primer Ministro a disolver el Legislativo en mayo y convocar estas elecciones. «En tiempos de incertidumbre, lo que menos se necesita es un Parlamento en caos», aseguró.

La agitación política de Canberra en los últimos años ha minado la confianza de las empresas, comenta The Economist: desde 2013 el país ha tenido tres primeros ministros. Y al mismo tiempo, la inversión en servicios, manufacturas de alta calidad y en sectores no mineros debe tomar el relevo, señala el semanario.

Incentivos a las pymes

Turnbull asumió el gobierno en septiembre pasado tras ganarle al entonces Primer Ministro, Tony Abbot, unas votaciones que siguieron a una revuelta interna en el Partido Liberal, en la que Turnbull argumentaba que desde el Ejecutivo no se estaba proporcionando confianza económica. Es por eso que los comicios de hoy son una prueba de fuego para el gobernante, quien se presenta como la única alternativa confiable en momentos de inestabilidad global. Y los sondeos muestran que jugar esa carta le dio frutos, por la incertidumbre que generó el Brexit en todo el mundo.

Entre sus propuestas destacan los incentivos tributarios para las pequeñas empresas que generen mayor crecimiento, e incrementar la creación de empleos, así como la transición de una economía apoyada en las materias primas a una cimentada en la innovación y la fuerte protección de las fronteras.

Su principal contrincante, el líder laborista Bill Shorten, intenta contrarrestar las promesas de Turnbull ofreciendo un mayor gasto en salud, educación e infraestructuras, mientras recuerda el éxito de los laboristas que evitaron la recesión durante la crisis financiera mundial en 2008, cuando el partido estaba en el poder.

La propuesta de los opositores, que abarca una década, pretende lograr un superávit presupuestario para el ejercicio de 2020-2021, pero «de una forma justa», por lo que consideran rebajas fiscales solo limitadas a las pequeñas empresas que facturen como máximo unos US$ 1,5 millones al año.

«A menos que Australia sea capaz de generar un aumento significativo de la productividad, por ejemplo, debido a una reestructuración de la economía hacia la producción de alta calidad (como la robótica), el consumo probablemente tendrá que ser ajustado a la baja como consecuencia de la caída de los precios de las materias primas», explicó a «El Mercurio» Markus Brueckner, analista económico de la Universidad Nacional de Australia.

Más allá de las promesas, liberales y laboristas están empatados en los sondeos: Fairfax-Ipsos da 50% tanto a la coalición de los partidos Liberal y Nacional como a los laboristas, mientras que la firma Galaxy da 51% a la coalición, frente al 49% que obtendría la oposición.( El Mercurio )

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