Chile y el cambio climático

solLos compromisos adquiridos por Chile en la Cumbre de París son alcanzables, pero requieren cambios en la estructura económica y en la manera de pensar, especialmente entre quienes se oponen al desarrollo de la hidroelectricidad.

Ante la evidencia del cambio climático, 200 países se reunieron en París para llegar a un acuerdo que busca limitar el aumento en la temperatura global a 1,5 grados Celsius. El acuerdo, si bien un éxito, es solo la primera etapa, pues luego los países deben cumplir lo comprometido. En el caso de Chile, el compromiso es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que provienen básicamente del proceso de generación termoeléctrica, el transporte en general, industrias y minería intensivas en consumo de energía y la quema de leña. La meta es que al 2030 emitamos 30% menos de gases por cada dólar de producto del país respecto de lo que emitíamos el 2007. Es un compromiso ambicioso, pero todo indica que se podrá cumplir sin incurrir en costos excesivos.

El Ministerio del Medio Ambiente ha desarrollado escenarios para determinar las alternativas tecnológicas para alcanzar distintas metas de reducción de GEI, así como los costos asociados a cada una de ellas. Pese a que la información está disponible en internet, no existe mayor conciencia en el público, incluso informado, sobre el significado de los compromisos adquiridos y sobre los resultados de los estudios.

En rigor, la posibilidad de alcanzar los objetivos que se ha propuesto Chile depende del desarrollo de la hidroelectricidad. Obtener las reducciones esperadas sin ese recurso sería de un costo económico tan elevado que haría muy improbable su cumplimiento. Este aspecto no es menor considerando los obstáculos que han encontrado durante los últimos años los proyectos hidroeléctricos y él debe internalizarse entre los grupos que se oponen a esa fuente de energía.

El Proyecto Energía 2050, que traza una estrategia (u hoja de ruta) para el sector eléctrico y los otros usuarios de energía hasta ese año, reafirma que sin hidroelectricidad, el costo de las reducciones las haría impracticables, al menos con las tecnologías actuales. Es por ello que los representantes de comunidades, biólogos y ecologistas en ese comité aceptaron la necesidad de este desarrollo, por supuesto que en condiciones más favorables y respetuosas para las comunidades y el ecosistema que las del pasado.

Hay dos motivos que hacen necesaria la hidroelectricidad: primero, porque se requiere más energía de base, y no se desea aumentar la contribución de las centrales térmicas, que producen GEI. Segundo, la generación fotovoltaica y eólica es variable y requiere un respaldo, el que puede hacerse con centrales a gas, pero ello tiene el inconveniente del alto costo y de las emisiones de GEI. El agua embalsada, por su parte, permite amortiguar tanto las variaciones momentáneas del viento como las que afectan a la fotoelectricidad a la puesta del sol, y es un recurso renovable. En el norte del país hay un proyecto para elevar agua de mar durante el día y luego descargarla para generar electricidad, y existen otras tecnologías, cuyos costos no se sabe si pueden competir con el agua embalsada.

El esfuerzo de reducir los GEI también debe extenderse a otras áreas, como transporte, que debería aumentar la eficiencia de los motores y comenzar a promover los vehículos eléctricos e híbridos. La industria tendrá que revisar sus procesos internos para reducir el consumo de energía. Las viviendas del sur de Chile deberían mejorar su aislación, de manera de reducir el consumo de leña o convertirse a combustibles limpios. Un beneficio adicional es reducir la contaminación de estas ciudades en invierno, y disminuir la tala ilegal de bosques nativos, con lo que aumenta la captura de gases de efecto invernadero por los bosques.( El Mercurio )

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