Teatro Sindical de los Mineros del Carbón de Lota se resiste a morir

teatro“La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones.” Octavio Paz

El minero lotino jamás retrocede, dice la canción, y lo avala su historia, fuerza y sacrificio en aquellos años donde el oro negro era parte importante de la economía nacional. La paradoja siempre fue que la pobreza y los tratos inhumanos fueron fragmento de la vida cotidiana de los trabajadores lotinos; 150 años de explotación del carbón mineral que dejo huellas en su economía, cultura, organización y expresiones arquitectónicas con grandes particularidades, entre ellas el Teatro Sindical de los mineros del Carbón de Lota.

En las primeras décadas del siglo XX la pluma magistral de Baldomero Lillo describía la zona carbonífera como el lugar donde los mineros “….estaban resueltos a seguir su destino. No había medio de evadirse. Entre morir de hambre o aplastado por un derrumbe, era preferible lo último; tenía la ventaja de la rapidez”. Esta cruda realidad tuvo como respuesta de los trabajadores una de las organizaciones sindicales con mayor influencia en el movimiento obrero chileno.

En 1942 el terreno ubicado frente a la Plaza de Armas de Lota ya estaba en manos de la Directiva del Sindicato Minero. El objetivo era financiar con las cuotas de los obreros un espacio que pudiera proyectar y fortalecer la organización no como una sede sindical más, sino para abarcar las características de la típica vida comunitaria, acogiendo así a las más diversas expresiones culturales, basadas en los principios de solidaridad, educación y unidad, tal como se expresó permanentemente la lucha de los mineros del Carbón.

La vida lotina ya enraizada en los conflictos laborales se cruza con la emergencia de nuevas corrientes de profesionales que nacían en la arquitectura nacional y que promulgaban una nueva visión del diseño arquitectónico y urbano en el país, quienes poseían la idea transformadora de terminar con la visión “copiona y reproductora de lo que se hacía en Europa, a cambio de una expresión propia de la cultura chilena.

Esta nueva arquitectura encuentra conexión en 1954, cuando los jóvenes estudiantes Betty Fishman Lohaus (24 años), Sergio Bravo Ramos (28 años), Carlos Mantener García (28 años) y Javier Gutiérrez (27 años), junto al arte de Julio Escamez, lograron dar forma a un edificio de más de 3000m2 luego de numerosas consultas a los obreros. De este modo, emergió un nuevo procedimiento donde se puso a los jóvenes arquitectos en contacto directo con la clase obrera, situando a este Monumento Nacional en un exponente clave de la arquitectura moderna racionalista o “arquitectura Humanizada” -como la llamó un periódico de la época-.

Grandes asambleas, actos, congresos internacionales, murales, expresiones artísticas como las de Violeta Parra, Pablo Neruda, inauguración de la Universidad del Carbón con discurso del Ex Presidente Salvador Allende, grandes huelgas y masivos funerales, fueron parte contenida en este espacio. Como también lo fueron la represión, expropiación, clandestinidad, golpes de estado y terremotos. Todas marcas que hoy se ven reflejadas en una obra entristecida por el abandono de la historia y las voluntades reales para concretar su restauración.

El golpe militar del 1973 acabó con la posibilidad de la terminación total del reciento, ya que el Sindicato había concretado con el presidente Salvador Allende un convenio de recuperación, el que se realizaría a través de un préstamo del gobierno de la Unidad Popular para concluir con las terminaciones.

La Arquitectura y el patrimonio hoy…

Algo pasó en nuestra sociedad, la decadencia de los cursos de ética en las escuelas de arquitectura, la metodología como arte individual más que disciplina colectiva y la influencia del mercado inmobiliario fueron capaz de transformar los conceptos de necesidad a rentabilidad, alineándose así, con el sujeto de la cultura de consumo. En palabras de un arquitecto, lo que hoy existe no es arquitectura, sino negocio inmobiliario que no son expresiones de la necesidad de la sociedad, sino más bien del ego de la rentabilidad financiera.

En otro escenario, las amenazas para el patrimonio se presentan en la incapacidad de los municipios para resguardar los inmuebles históricos de las comunas, la situación es más preocupante cuando los gobiernos locales son parte de proyectos que no saben conjugar el patrimonio y la ciudad contemporánea. A tal extremo ha llegado hoy la situación, que la ex Casona colonial Millantú de Curacaví, con alrededor de 100 años de historia, ubicada en la Av. principal entre Santiago y Valparaíso, lleva más de un año convertida en una postal de escombros.

La restauración de TSMCL una necesidad urgente…

En cada espacio del TSMCL, aún vive la expresión de una cultura que evoluciono por necesidad y siempre de manera comunitaria. Su valor patrimonial lo eleva quizá a ser una de las obras más representativa del movimiento obrero chileno, su pasado desborda detalles llenos de cultura, movilización y lucha por mejores condiciones de vida.

Esta obra declarada Monumento Nacional en el año 2009, sigue moribunda, con sus dependencias a la intemperie, recibiendo la nociva brisa marina en su estructura, la napa freática hace lo suyo en las fundaciones y el daño a causa del terremoto del 27F dejan en evidencia su actual deterioro. Queda al descubierto entonces una visión del patrimonio entendida más como decreto, que como objetivo social que perdure en el tiempo, impidiendo a la vez otra forma de ampliar la democracia. Aun así, el TSMCL sigue resistiendo a los embates del hombre y la naturaleza como si su imponente diseño hubiese sabido de las duras condiciones que debería enfrentar.

Es hora de asumir que si por valor histórico, arquitectónico y de proyección social se trata, este emblemático macizo de hormigón merece ser vestido de su diseño original y terminar con el tiempo perdido en las bravas noches de la Comuna de Lota.

Allí, en cada ladrillo que aún resiste, está contenida la historia…

Jose Luis Diaz M.

Dibujante Proyectista

Miembro del Comité por la Restauración del TSMCL

( El Mostrador)

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