El escenario actual de los despidos en la industria minera

mineros cascos rojosPreocupación e incertidumbre forman parte del escenario actual de la industria minera chilena. Las grandes mineras han reducido su personal en estos últimos meses y han impulsado un cambio en la política de reclutamiento que se suma a la reducción de costos y ventas de activos para apalear el “difícil momento” que vive el sector.

Según el Consejo Minero, solo considerando los proyectos existentes, al 2023 se prevé que la productividad se reduzca en un 35%, es decir, a 0,03 toneladas por persona. Es por esto que la industria está cambiando el rumbo, y los nuevos proyectos se calculan con una productividad de 0,18 toneladas por persona. Mientras que en el futuro, al año 2023 serán 0,22 por trabajador, es decir, los nuevos proyectos pretenden aumentar la productividad al doble de la existente en el 2004. Para muchos, una señal alentadora.

Pero el presente es el que llama; el miedo por perder un puesto laboral es una realidad. Antofagasta Minerals redujo el 7% de su dotación; Codelco el 8% de la planta de supervisores de todas sus divisiones, Minera Escondida nuevamente tendrá una reestructuración, El Abra ya despidió a 650 personas, la compañía Anglo American está en un proceso de ajuste global que incluye achicar en 35% su dotación en el mundo y desprenderse de al menos 15 activos, y así continúan las cifras desalentadoras “¿Entramos en una crisis?” “¿Me irán a despedir?” “¿Perderé los contratos?”, son preguntas que están en el discurso colectivo, más aún en la Región de Antofagasta, en donde se desarrollan los movimientos estratégicos mineros del país.

La situación laboral también se verá afectada por la entrada de la reforma, que,  en palabras del presidente del Consejo Minero, Joaquín Villarino, va a implicar un incremento de remuneraciones forzadas que no van acompañadas con un aumento de productividad. “Esto hizo que la industria se pusiera el parche antes de la herida”. Y así fue.

La Federación Minera de Chile (FMC), la Federación de Supervisores de la Minería Privada (Fesumin) y la Federación de Supervisores del Cobre (Fesuc), también se agruparon recientemente a propósito de los crecientes rumores – y realidades – de despidos en el sector minero y expresaron su preocupación por el estado de incertidumbre que se ha generado en la industria. “Los trabajadores se sienten cada vez más atemorizados, lo que ha conllevado a accidentes laborales y a un estado de inquietud generalizado, debilitando la seguridad al interior de las empresas”, expresaron en un comunicado.

El economista de la Pontificia Universidad Católica de Chile e investigador de la Fundación Sol, Gonzalo Durán, explica que si bien muchos llaman a este escenario “crisis”, es más bien una etapa de normalización tras el término del llamado “súper ciclo del cobre”, que ocurrió entre el 2004 y el 2012.

“La desaceleración de China, el principal destino de las exportaciones de cobre, afecta el precio de la materia prima hacia la baja. Por otro lado, el alza en el tipo de cambio producto del fortalecimiento del dólar, genera una ganancia adicional para los exportadores incluidos por cierto, los mineros. Lo que vemos hoy es un escenario de normalización en las rentabilidades que por mucho tiempo habían sido totalmente extraordinarias, y no sólo para la economía chilena, sino que a nivel mundial. Por ejemplo, Minera Escondida gozó por casi 10 años de una Rentabilidad Sobre el Patrimonio promedio de 84%. El problema es que la industria se acostumbró a tasas de ganancias totalmente fuera de la normalidad y hoy las buscan mantener”, explica Durán.

El profesional menciona el caso de la Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi, que despidió a cerca de 250 trabajadores, y a El Abra,  como ejemplos de las mayores reducciones de personal. Sin embargo, éstas en seis meses ya superan las ganancias que obtiene todo el sistema de AFP en los 12 meses de 2014, año record en rentabilidad.

Al igual que Durán, el director del Instituto de Economía Aplicada Regional (IDEAR) de la Universidad Católica del Norte, Luis Miguel Rodrigo, menciona que no puede hablarse todavía de una crisis, pues sería exagerado. El profesional explica que existe una tendencia de progresiva caída de los precios del cobre y los efectos que estamos observando son ajustes de las empresas mineras a esta tendencia. Sin embargo, los despidos y la actual desaparición de algunas empresas locales sí deben considerarse seriamente como una señal de las posibles consecuencias futuras de una verdadera crisis, en el caso de que los precios pasen a estar por debajo de umbrales que hagan no sostenible la producción.

“Debe tenerse en cuenta que las regiones mineras han aumentado su especialización durante los últimos diez años, por lo tanto una mayor caída de los precios hasta esos niveles sería muy preocupante para regiones como Antofagasta. En estos momentos, sin embargo, todavía nos movemos en un rango de precios relativamente altos”, indica Rodrigo.

El también economista de IDEAR, Marcelo Lufin, explica que la nueva fase de precios provocará ajustes en una industria cuya oferta había sufrido una expansión considerable en respuesta al ciclo expansivo de los precios. “Estos estos ajustes estarán orientados a reducir drásticamente los costos y a aumentar la competitividad de la industria, imponiéndose así un contexto de constantes exigencias para aumentar la productividad del sector. Es en este escenario, donde debe situarse el conjunto de despidos observados y anunciados por las empresas para los llamados trabajadores mineros directos, así como también el conjunto creciente de anuncios orientados a redefinir los contratos con sus proveedores de bienes y servicios, lo que a su vez impactará sobre el sector de los trabajadores indirectos”, recalca.

Despidos ¿injustificados?

Pero entonces, ¿se justifican los despidos en minería? Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el año pasado había 223 mil personas trabajando en minería. Hoy la situación cambió pero de manera inversa, hay 223 mil hombres y mujeres menos en la industria.

El director de IDEAR, explica que muchos de los proyectos que hoy en día están reduciendo sus trabajadores se planificaron con precios del cobre más bajos que los actuales, por lo que considera que no todos los despidos que están ocurriendo estén plenamente justificados. “Si bien existe una planificación, las empresas mineras reajustan costos de producción, lo que responde a sus objetivos económicos. En este sentido, creo que lo que no se ha hecho corresponde más a la falta de una verdadera política nacional de desarrollo minero del país que a las estrategias de las empresas mineras, que son bastante predecibles. Los distintos gobiernos que se han sucedido durante el boom de los precios han dejado pasar la oportunidad de consolidar el desarrollo tecnológico de la minería chilena y especialmente el de un grupo de proveedores de servicios innovadores y competitivos mundialmente. Este hubiera sido un primer paso hacia la diversificación que, al no haberse dado, provoca que el efecto de la caída de los precios del mineral se agrave porque mantiene al país y, especialmente, a las regiones mineras en una posición muy dependiente del contexto exterior”, indica.

Así también, se deben considerar otros factores y  si la única respuesta de la industria a este nuevo ciclo es la reducción del personal. Así lo cree Lufin, quien menciona que para ello es necesario conocer la estructura de costos de la industria, un punto de partida básico.

Según el profesional y de acuerdo al Consejo Minero, en el 2014 la minería tenía costos unitarios de explotación que se estructuraban de la siguiente forma: materiales, fletes concentrados y otros gastos 38%; remuneraciones trabajadores propios y contratistas 28%; combustibles, ácido sulfúrico y energía 14% y depreciación 20%.  “Con base a esta información se aprecia que, a menos de que se reduzca la producción, son pocas las opciones de reducción de costos disponibles, en primer lugar – puesto que la mayoría de los insumos estratégicos son objeto de contratos de provisión de largo plazo – es difícil reducir en ellos los costos. La alternativa de no cubrir los costos de reposición de activos, vía menor depreciación, es una alternativa,  pero que solo se haría operacional cambiando el régimen de la misma y tendría un impacto probablemente en mayores pagos de impuestos de primera categoría, por lo que no es una opción para las empresas”, dice.

Lufin comenta que de esta manera solo se puede realizar un ajuste en el corto plazo, vía menor costo por factor trabajo, sea directo y/o indirecto. Un ajuste neoclásico, que de no mediar reducciones de producción total,  terminará aumentando el producto medio del trabajo que quede contratado, haciendo que la productividad del sector crezca, lo que será observado como una ganancia de competitividad, pese al desempleo de recursos que esto supone. Así también, ayudará a ubicar a la industria minera fuera de su frontera de producción eficiente.

Al igual que el director de IDEAR, Lufin afirma que este ajuste vía cantidad de trabajadores,  también es posible por la existencia de cierta inflexibilidad institucional en el mercado laboral que impide, por ejemplo, que el trabajo en cantidad permanezca constante, pero que el salario por trabajador se reduzca, haciendo posible un pago total menor. “Podrían reducirse las jornadas laborales, con el fin de lograr de que más trabajadores puedan estar ocupados pero menos horas cada uno, haciendo que el gasto total sea menor. Opciones como esta y otras asociadas a la flexibilidad interna de la empresa requieren un marco institucional diferente al existente y de voluntades importantes entre los distintos actores del sistema de relaciones industriales en la industria minera”, sostiene.

Gonzalo Durán también incluye en este escenario al alto empresariado, el que  – según indica- utiliza los momentos de inestabilidad para realizar perforaciones a ciertas estructuras laborales que se pensaban sólidas. “Es algo que difícilmente lo haría en tiempos de bonanza sobre todo pensando en lo que ello significaría para el clima de trabajo. Pero en ciclos de baja sí lo hacen. El trasfondo de estas medidas es la búsqueda de un norte maximizador de ganancias por la vía rápida y muchos CEO’s vienen con planes estratégicos en los cuales subrepticiamente buscan la filosofía de la “planta mínima”, la menor cantidad de trabajadores,  y los ciclos bajos son la oportunidad perfecta para caminar hacia ese objetivo. Los factores de competitividad han sido explorados en esas coordenadas y no hay un plan robusto para fortalecer otros elementos como por ejemplo el desafío que significa la pérdida de ley en algunos yacimientos y la falta de agua (fenómeno al cual la misma industria ha contribuido con dañinos efectos sobre las comunidades del entorno). Hoy recién se ven esfuerzos por traer agua desde el mar en acueductos o similares, pero este tipo de medidas, debió visualizarse mucho antes. Eso no ocurre, porque se busca la competitividad fácil, por la vía del costo laboral, y ahí la legislación chilena ofrece un campo abierto para las empresas”.

En el sector minero sostienen que la parte más dura de los recortes se los llevan las empresas contratistas, que a igual tarea han reducido el valor de sus contratos entre 10% y 30%, según ejecutivos de estas empresas. En tiempos de ralentización de la actividad, las formas flexibles de empleo son las más vulnerables. El subcontrato minero opera como un tipo de empleo que puede llamarse, “de cristal”, es muy endeble y transmite el riesgo de la etapa adversa del ciclo a los propios trabajadores, así, en tiempos donde el precio del cobre baja, los trabajos externalizados son fácilmente desechados y con ello, las empresas contienen las disminuciones en la tasa de ganancia. “Prácticamente 7 de 10 trabajadores mineros, se encuentran bajo régimen de subcontrato, situando al sector en la vanguardia de la tercerización laboral del giro. El modelo de subcontrato minero es muy extendido en la actividad y aparece como factor significativo a la hora de explicar la distribución funcional del ingreso de la actividad minera. De acuerdo a los últimos datos disponibles, en minería, los trabajadores apenas participan del 15% de los ingresos del sector. Por su parte, los dueños de empresas, capturan más del 80%”, explica Durán.

Decisiones futuras

Frente al actual escenario de despidos, cuatro de las federaciones de trabajadores de la minería más importantes del país no descartan una paralización a nivel nacional tras la difícil situación de la minería del cobre, que ya suma 18 mil trabajadores desvinculados sólo este año.

El presidente de la Federación Minera de Chile, Gustavo Tapia, menciona que  toda medida irá en búsqueda de defender los derechos laborales, indicando que “vamos a ver qué camino tomar para ir en defensa de los trabajadores que hoy los vemos muy indefenso, muy a la deriva”.

Finalmente, Gonzalo Durán pronostica que los despidos de la minería operan como señales hacia el resto de la economía, en especial en los entornos próximos al sector. “Son mensajes conducentes a morigerar demandas vinculadas a procesos de negociaciones colectivas que están próximos a iniciar y otros que ya se desarrollan. Además, el despido, provoca mayor disponibilidad de mano de obra lo cual es funcional a la demanda de trabajo, deprime expectativas salariales. Por lo tanto, mirado desde una óptica empresarial, los despidos contribuyen a la generación de las llamadas profecías auto-cumplidas, las que ciertamente son buscadas por el gremio empresarial en episodios de ajustes”, puntualiza.( NM)

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