En Renca, el primer liceo público minero tiene más alumnas que alumnos, un proyecto que apunta hacia la igualdad de géneros.

alumna minera“A mí no me interesaba la minería. Entré al colegio porque vivo al frente. Ahora sí me gusta la carrera, por la plata”, dice Paula Ramírez, 17 años, pelo largo y negro cubierto por un casco de seguridad. Paula está en cuarto medio, estudia Explotación Minera en el Instituto de Cóndores Poniente, de Renca, el primer liceo público que imparte exclusivamente especialidades mineras y, junto a otras 50 niñas, es parte de la primera generación del colegio que hará la práctica profesional a fin de año.

Paula, al igual que la mitad de los y las alumnas de enseñanza media del país, estudia en un colegio con especialidad técnico profesional (TP). El objetivo de esta modalidad de estudios es ser la primera etapa de formación, en ciertas disciplinas técnicas, de una educación continua y flexible.

Dentro de esas especialidades existe una estratificación de ingresos. Los sectores mejor evaluados social y económicamente son minería, metalmecánica, electricidad, construcción, marítimo y maderería, donde el 70% de los egresados son hombres. Por el contrario, los sectores de confección y proyectos sociales son peor remunerados y lo componen principalmente mujeres, con un 90% de la matrícula. Contexto que agrava las desigualdades de género, ya que en promedio las mujeres reciben sueldos más bajos que los hombres.

Colegio minero

Renca no tenía liceos públicos. “Con la creación de la comuna de Independencia, en los años 90, los colegios de enseñanza media municipales quedaron de ese lado del mapa”, recuerda Eduardo Flores, director del Instituto de Cóndores Poniente, uno de los únicos dos liceos públicos en Renca, creados recientemente, en 2011, en una iniciativa de la alcaldesa Vicky Barahona K.

El Cóndores Poniente aún huele a nuevo, la infraestructura es amplia y los árboles plantados tienen mucho por crecer. Alrededor, el paisaje es de villas de casas pareadas, construidas con ladrillo princesa. “Estamos anclados en una población mixta, que une poblaciones de alta vulnerabilidad con villas de clase media”, afirma Flores. Y agrega que el 87% de sus 690 estudiantes son vulnerables. Muchos de ellos viven en el barrio.

El colegio nació con la idea de replicar el éxito de los establecimientos técnico profesionales que, sin impartir especialidades mineras, conducían a sus estudiantes a trabajar en esa área, mejor remunerada. Por eso, el liceo abrió tres carreras: Explotación Minera, Metalurgia Extractiva y Asistente en Geología. Al iniciar el primer proceso de admisión, la matrícula de mujeres superó a la de los hombres, números que se mantienen. Así, casi por azar, el Cóndores Poniente rompió con la tendencia nacional: en su colegio, como en ningún otro, hay cerca de 400 mujeres preparándose para trabajar en la extracción del mineral.

Nunca fue una traba

“Al principio pensé que iba a ser un problema que hubiera más niñas que niños, pero como vimos que en la gran minería ya trabajan mujeres, no tendría por qué serlo. Nunca fue una traba”, reflexiona Flores. Luego de tres años, la presencia de mujeres estudiando en el área minera ha seguido un curso casi natural. Ítalo Monsalve, Ingeniero en Minas y profesor del instituto, observa que el desempeño académico de sus alumnos y alumnas es bastante parejo. “No pasa por el género, pasa por la motivación y el interés. Y acá el interés es parejo”, asegura.

Asimismo, el Instituto de Cóndores Poniente recibe ayuda profesional. “Siempre hemos apoyado las iniciativas del colegio y en particular el espacio que se les ofrece a las alumnas. Hemos abordado el tema desde la didáctica docente, acompañando para que las prácticas sean de calidad para todos y todas”, explica Darío Marambio, profesional del Centro de Liderazgo Educativo, de Educación 2020, que trabaja en el liceo para potenciar el liderazgo de los equipos directivos.

“Sabemos que la gran minería valora la presencia femenina, porque contribuyen al mejoramiento del clima laboral y porque ellas, para validarse, se la juegan mucho. La actividad minera requiere a buenos profesionales y eso es independiente del género”, agrega Marambio.

Mucho machismo

Pese a que el colegio ha dejado que las alumnas se integren normalmente a la minería, los mayores contratiempos han sido externos. Monsalve explica: “hay mucho machismo. Para evitarse conflictos las empresas chicas limitan el ingreso de mujeres”. Además, las mineras aducen problemas técnicos. El director cuenta que le preguntó directamente a una minera por qué, entre un niño y una niña, elegirían a un hombre para un trabajo. “Me dijeron, mira los baños que tengo, está todo hecho para hombres. Si traigo seis mujeres o una, tengo que hacer baños nuevos. Prefiero gastar ese recurso en dinamita”.

Paula comparte esa lectura: es el contexto social el mayor problema. “No podría trabajar en la mina, porque soy mamá. En un turno 7×7 dejaría de ver a mi guagua, es demasiado sacrificado. Y si pongo que tengo una hija en el currículum, sería difícil quedar en un trabajo”. Su compañera de curso, Pamela Gallegos, piensa distinto. “Yo quiero trabajar en las minas, para hacerlo tengo que dar todo de mí y no creo que haya algo que me lo impida. Por ejemplo, mi papá me apoya, él trabaja en el norte y le gusta que yo haga esto”.

Además, el apoyo del colegio se mantiene firme. “El problema es la minería chica, porque los laboratorios y la minería emblemática está incluyendo mucho a la mujer. Ellas son hábiles en terreno, hacen más preguntas, toman apuntes y no dejan nada de lado. Se meten al barro y no es tema. Entonces, mientras más niñas egresen y salgan al mercado, ellas mismas van a generar los cambios y los espacios”, asegura el director, que sabe que tiene un desafío con todas sus alumnas y, por lo mismo, seguirá trabajando para cumplirlo.( La Educación 2020)

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