Señores lectores, tras haber dado lectura a los muy sensatos comentarios y suerte de emplazamiento del Sr. Diego Hernández en la prensa de la semana, me permito emitir una opinión ciudadana en relación al momento que vive la industria minera.
Al efecto, esta suerte de emplazamiento (“Si no se va a poder hacer más minería en Chile, sería bueno saberlo”..) puede ser abordada de múltiples aristas, vale decir, fundada en opiniones técnicas, sentimientos y emociones y/o derechamente opiniones que contengan una mirada financiera o estructural en cuanto industria en sí. La mía, sobre el particular, es una visión que intenta amalgamar todas estas hipótesis planteadas.
En primer término me es dable compartir la doctrina esgrimida por el Sr. Hernandez, en cuanto la dejación que ha habido como política pública para con la industria. Resulta difícil comprender entre otras cosas que la permisoslogía asociada a los proyectos mineros no tengan la diligencia que ameritan. Esto es lo mismo que cuando se hace seguridad, pieza clave en el andamiaje de la industria, la cual si no está en sintonía con el negocio, de nada vale. En este sentido, la institucionalidad no está en línea con el negocio y muy por el contrario, se ha puesto en la vereda de al frente en pro de un supuesto cautelamiento que puede exacerbarse o el empirismo da cuenta que el tratamiento a los proyectos contiene en sí mismo una dilación excesiva.
Por otra parte, si bien la industria tiene que hacer su autocrítica en cuanto no fue debidamente cautelosa al no provisionar excedentes en cuanto los precios fueron elevados, no es menos cierto que ha sido el país completo el que a mi juicio no ha concebido a la industria bajo el natural dinamismo de las cosas, lo que no permitió derechamente colocar el foco en la futureidad de la misma dejado de hacer cosas que hoy pasan la cuenta y derechamente tienen en riesgo a la industria. ( capitalización de Codelco efectivo y fehaciente, aprovisionamiento fondos para proyectos estructurales, modificación de cuerpos legales en relación al royalty, DL 600, ley reservada del cobre y otros cuerpos legales que debieron haberse modificado en pro de la mejora y la futuridad de la industria, revisiones dotacionales y pagos excesivos de BTN por concepto de negociaciones colectivas).
Finalmente, me refiero a un aspecto más bien idílico pero no por ello menos importante y/o romántico, que tiene que ver con el espíritu del minero, el cual como todo pionero, luchador y forjador, ha dado muchísimos réditos a la nación en los últimos 40 años. Este espíritu, estimo yo, ha sido extinto por parte de nuestra autoridad, quizás la vorágine de la vida y porque no decirlo, la poca cultura nuestra como personas en cuanto nos manejamos de manera permanente y sistemática con un memoria de cortísimo plazo. Con todo, precisando lo anteriormente señalado, refrendo el hecho que hemos perdido el horizonte, perspectiva, cariño y respeto por el mundo minero y todo lo que nos ha dado y la transformación que de Chile consiguió en llevarnos al actual camino de desarrollo. Llevado al fútbol, como sería el caso argentino, si no se reformula el actual equipo, el fracaso está a la vuelta de la esquina, a contrario sensu de la selección chilena que hizo su propia reingeniería para el actual éxito y prosperidad que hoy goza. El mundo minero también requiere de su propia reingeniería, pero más que esto, requiere que los estamentos y stake holders de nuestro país a priori y ante todo, le devuelvan el cariño de manera “químicamente pura“ a una industria que sin pedirnos nada hizo de Chile un país distinto.
Jorge Castillo Luco.
Socio Director
Law & Compliance Asociados