Mujeres mineras: La decisión de romper la «tradición masculina» y manejar una retroexcavadora

Hace un tiempo, Tania Jara (40) cuidaba su casa en la Segunda Región y se desempeñaba como reflexóloga. Kilómetros más al sur, Camila Ramírez (27) trabajaba en su computador como secretaria en un instituto cardiológico de Santiago.

De la relajación al ruido constante

Tania Jara, separada, tenía un desafío con sus dos hijos (una niña de 15 años y uno de 12) mientras realizaba un curso de capacitación en maquinaria pesada. Si ellos sacaban mejores notas en sus pruebas del colegio, debía pagarles mil pesos. De lo contrario, ellos tenían que ayudar en las labores del hogar.

La mujer ríe de buena gana al recordar la anécdota, tras comprobar cómo sus sorprendidos hijos mantenían la casa limpia y ordenada.

Para ella, el paso a la minería fue drástico. «Yo estudié reflexología: velitas, aceites y música de relajación. Después me fui a los camiones, que es todo ruido y ruido, un cambio muy fuerte», comentó.

Esta madre llegó al mundo de la minería motivada por su hermana, quien se desempeña hace un tiempo en el sector. «Me llamó la atención, primero porque ella es operadora y hablaba de su trabajo. Era súper rico. Se presentó esta oportunidad y la tomé, pensando además en la parte económica», indicó.

Si bien reconoce que en un principio le costó («pensaba ‘¡qué hago aquí’!»), destaca la pedagogía de su instructor, que ejemplificaba las materias de las clases con actividades cotidianas de un hogar, como planchar o prender una olla.

Cuenta que el curso lo llevó a cabo en un momento complicado de su vida, luego de alejarse de su marido.

«Me separé. Veía que todo no funcionaba en mi vida, todo negro, pero te das cuenta que al salir de tu casa y llegar adonde me fui a estudiar ves montones de realidades y compartes y despejas tu problema», asevera.

Admite que con este nuevo desafío pudo entregarle un ejemplo a sus hijos. «Yo quería que ellos vieran que sí se podía que, a pesar de que yo seguí siendo mamá, una dueña de casa que llegaba aquí a lavar, planchar, a hacer las camas, piezas y todo, seguí estudiando y demostré que podía mejorar como persona y mujer», declara.

Del computador a la retroexcavadora

Camila Ramírez, soltera y madre de una hija de 5 años, confiesa que siempre le ha llamado la atención manejar vehículos. Tras enterarse del curso por internet, no dudó «ni un minuto» en postular para capacitarse en maquinaria pesada de minería.

Pero antes de su nueva realidad, esta joven llevaba una vida absolutamente distinta. «Trabajaba como secretaria en un instituto cardiológico (…). En ese tiempo estaba viviendo en Santiago y luego (con su hija y madre) nos fuimos a Antofagasta para aprovechar las propiedades de la ciudad».

En marzo  llegó al norte de Chile y, tres meses después, ya estaba capacitándose tras haber rendido una prueba y asistido a las entrevistas. Tuvo clases teóricas de prevención de riesgo, mecánica, manejo de la máquina, y luego realizó preparación práctica con retroexcavadoras y una grúa horquilla.

Ramírez sabe que este es un «círculo machista», pero no se arrepiente de su decisión. «Hay un porcentaje mínimo de mujeres que trabajan en esto, pero en realidad es bonito, me gusta manejar vehículos, pero sin dejar de ser femenina», expresa.

Así, inmersas ya en este «nuevo mundo», Tania y Camila concuerdan en que el cambio va en «atreverse», por lo que no dudan en llamar al resto de las mujeres a que «lo hagan a ojos cerrados».

( Fuente: Emol )

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